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Oscar Ramos, el dueño de CrossFit Downey, trabaja para destruir los lazos culturales con la Gran Soda y por educar sus miembros—la mayoría que son Hispanos—en los peligros de las bebidas dulces.
Cuando era niño, Oscar Ramos no podía salir a jugar hasta que se bebiera “la botella gorda” de Gatorade sabor limón.
Una botella de 32 onzas de la auto-proclamada bebida extintora de la sed contiene 56 gramos de azúcar, o alrededor de14 cucharaditas—más del doble de las 6 cucharaditas que recomienda la Organización Mundial de la Salud para adultos de peso normal. El azúcar agregado está relacionado con enfermedades crónicas y metabólicas incluyendo obesidad, diabetes y enfermedad del corazón.
Hoy, a sus 37 años, Ramos está mejor informado sobre beber Gatorade, refresco o otra bebida endulzada con azúcar. Pero ese no es el caso con todos sus miembros en CrossFit Downey al sur de California.
“Es nuestra cultura,” dice Ramos, quien es mitad Mexicano y mitad Puertorriqueño. “Es angustioso.”
Los Hispanos tienen algunos de los más altos porcentajes de diagnósticos de diabetes en los Estados Unidos: 12.8 por ciento, de acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos en su “National Diabetes Statistics Report, 2014.”
Esto es lo que Ramos tiene que combatir en su intento de educar a los atletas en su gimnasio, el que se ubica una milla al noreste de una planta envasadora de Coca-Cola.
“Ahora solo se trata de educar a la gente,” Ramos dijo, “no sobre el refresco sino en lo que el refresco está tratando de hacer y ... lo que el refresco te puede hacer a ti.”